La Atlantida
(Sumatra, México, Haití, África, etc)
extracto sacado de las crónicas perdidas de José Arcadio en sus largos viajes con los gitanos.
Sigo con los gitanos. He aprendido mucho. He descubierto territorios insospechados. Me encuentro en un lugar al que le llaman La Atlántida. Ya había esuchado de este lugar: población mítica sumergida bajo el agua. Lo mítico era que estuviera sumergida bajo el agua. Hoy más que nunca, en esta nostálgica ciudad, extraño Macondo. Tengo molestos golondrinos de tanto sudar tristeza. Y es que este lugar no ayuda. Están sumergidos en una pobreza tal, que mi madre no dudaría en permitir que toda la gente de aquí comiera todos los días en nuestra casa. Que todos los días comiera. A los pobladores les cuesta trabajo caminar. Cada paso parece ser dado bajo el agua y tampoco se les escucha. Han perdido la voz. A penas si se entiende un sonido como el que hace uno cuando quiere decir algo mientras se sumerge en el mar. El mar... cuando lo conocí me llenó de paz, ver su inmensidad, sentir que no se terminaba nunca, que nunca iba a estar más tranquilo que navagueando sus aguas, como cuando navegaba las infinitas carnes de Pilar Ternera. Pero aquí en la Atlantida, falta el aire. Óxigeno es lo que dicen los gitanos. Aquí no hemos venido a vender. Sólo hemos hecho especie de trueque en donde los atlantes nos han dado artefactos podridos que ya no usan a cambio de aparatos para que tengan voz. Les hace falta tener voz, que los escuchen los que navegan la superficie. Y es que no pueden subir, nadie les enseñó a nadar. Por eso se hundieron, por eso caminan de forma pesada. Pero si tienen voz... voz como la de mi padre, que todo Macondo escucha cuando habla. Ojalá aquí los escuchen. Si Aureliano viera a los atlantes... su guerra sería más grande.
una de las n mil notas se puede leer aquí.
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sábado, 3 de octubre de 2009
jueves, 3 de septiembre de 2009
4 de septiembre de 2009
Lagartos con suerte
(Bangkok, Tailandia)
extracto sacado de las crónicas perdidas de José Arcadio en sus largos viajes con los gitanos.

daguerrotipo rescatado de la casa de los Buendía antes de que ésta fuera arrasada por el viento y desterrada de la memoria de los hombres.
Macondo ha quedado muy lejos. Apenas si recuerdo su olor caribe. Después de recorrer largas praderas y aguas tan grandes como los sueños de mi padre, llegamos a un pueblo extraño. Aunque extraño es algo común fuera de Macondo. Mi madre se espantaría al ver tanto aparato que no necesita las manos del hombre para operar. Mi padre sin duda quedaría decepcionado de ver que sus sueños todos están cumplidos. Y ahora aquí, caminando en una tierra donde veneran a un gordo tan grande como la abuela de Eréndira, me encuentro con que también caminan junto a los lagartos, como iguales. Es la ciudad de los ángeles, me dicen en los mercados. Yo no sé si se refieren a esos reptiles o a los mismos hombres. Es la ciudad de los dioses, me dicen los pordioceros. ¿Venerarán a los lagartos? He visto hombres que hacen grotescos gestos cuando un animal de estos camina a su lado. Yo me pregunto quién es el animal. También he visto señoras que sonríen como si fuera un buen augurio cuando una fiera (que de fiera no tienen nada) sin querer con la cola les pega.
¿De quién es esta tierra portuaria? ¿De los lagartos o de los hombres? Quisiera conocer a su gobernador, ¿será una cruza de ambas especies? Hay gitanos que me dicen que ojalá los lagartos comieran hombres, que sería un mejor mundo. Yo he recorrido muchas tierras y a veces creo que tienen razón. ¿Qué pasaría en Macondo si camináramos al lado de estas bestias? Aureliano los vería fijamente a los ojos, ¿se llegarían a comunicar?
Leer la nota aquí.
(Bangkok, Tailandia)
extracto sacado de las crónicas perdidas de José Arcadio en sus largos viajes con los gitanos.


¿De quién es esta tierra portuaria? ¿De los lagartos o de los hombres? Quisiera conocer a su gobernador, ¿será una cruza de ambas especies? Hay gitanos que me dicen que ojalá los lagartos comieran hombres, que sería un mejor mundo. Yo he recorrido muchas tierras y a veces creo que tienen razón. ¿Qué pasaría en Macondo si camináramos al lado de estas bestias? Aureliano los vería fijamente a los ojos, ¿se llegarían a comunicar?
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